La
palabra del Rector Mayor en el mensaje 2013
(fragmento)
(fragmento)
En este camino de vivir el Amor, el cariño, como ‘pilar’ del
Sistema Preventivo, vamos a profundizar en algunos de los compromisos concretos
que el Rector mayor nos invita a asumir a partir del conocimiento de la
pedagogía de Don Bosco:
1. El ‘Evangelio de la alegría’, que caracteriza toda la historia
de Don Bosco y es el alma de sus múltiples obras. «En Jesús de Nazaret Dios se
ha revelado como el «Dios de la alegría» y el Evangelio es una «alegre noticia»
que comienza con las «Bienaventuranzas», participación de los hombres en la
beatitud misma de Dios. Se trata de un don no superficial sino profundo porque
la alegría, más que sentimiento efímero, es una energía interior que resiste
también las dificultades de la vida. Recuerda san Pablo: «Estoy lleno de
consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones» (2 Cor 7,4). En
este sentido la alegría que sentimos aquí abajo es un don pascual, anticipo de
la alegría plena de la que gozaremos en la eternidad.
Don Bosco captó el deseo de felicidad de los jóvenes y
tradujo su alegría de vivir en los lenguajes de la alegría, del patio y de la
fiesta; pero no dejó nunca de señalar a Dios como fuente de la alegría verdadera.
Algunos de sus escritos, como ‘El
Joven Instruido’, la biografía de Domingo Savio, el apólogo que contiene
la historia de Valentino, son la demostración de la correspondencia que él
establecía entre gracia y felicidad. Y su insistencia sobre el «premio del
paraíso» proyectaba las alegrías de aquí abajo en la perspectiva del
cumplimiento y de la plenitud.
En la escuela de Don Bosco, el que
pertenece a la Familia Salesiana cultiva dentro de sí algunas actitudes que
favorecen la alegría y la comunican a los demás.
a. La confianza en la victoria del
bien: «En todo
joven, aun el más desgraciado —escribe Don Bosco—, hay un punto accesible al
bien, y el primer deber del educador es buscar ese punto, esa fibra sensible
del corazón, y sacar de ella provecho».
b. El aprecio de los valores humanos: El discípulo de Don Bosco toma los
valores del mundo y se niega a lamentarse de su tiempo: acepta todo lo que es
bueno, especialmente si agrada a los jóvenes y a la gente (cf. Const.
17).
c. La educación en las alegrías
cotidianas: hace
falta un paciente esfuerzo de educación para aprender, o aprender de nuevo, a
gustar, con sencillez, las múltiples alegrías humanas que el Creador pone cada
día en nuestro camino.
Porque se confía totalmente al «Dios de la alegría» y testimonia
en obras y en palabras el «Evangelio de la alegría», el discípulo de Don Bosco
está siempre alegre. Difunde esa alegría y sabe educar en la alegría de la vida
cristiana y en el sentido de la fiesta, recordando la llamada de san Pablo:
«Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres» (Flp 4,4)».
¿Somos alegres?
¿Confiamos de verdad en el amor de Dios y en el triunfo del
bien?
¿En qué medida respondemos al deseo de alegría de nuestros
jóvenes?
¿Logramos disfrutar las alegrías cotidianas y educar en ellas
a los futuros maestros?
2. La pedagogía de la bondad.
«El cariño de Don Bosco es, sin duda, un rasgo característico de su metodología
pedagógica considerado válido también hoy, tanto en los lugares todavía
cristianos como en aquellos en los que viven jóvenes pertenecientes a otras religiones.
Pero no es reducible sólo a un principio pedagógico, sino que debe reconocerse
como elemento esencial de nuestra espiritualidad.
Es, efectivamente, amor auténtico porque nace de Dios; es
amor que se manifiesta en los lenguajes de la sencillez, de la cordialidad y de
la fidelidad; es amor que genera deseo de correspondencia; es amor que suscita
confianza, abriendo el camino a la confidencia y a la comunicación profunda
(«la educación es cosa de corazón»); es amor que se difunde creando un clima de
familia, donde estar juntos es hermoso y enriquecedor.
¿Establecemos con nuestros alumnos esa corriente de afecto?
Para el educador es un amor que requiere fuertes energías
espirituales: la voluntad de ser y estar, la renuncia de sí y el sacrificio, la
castidad de los afectos y el autocontrol en las actitudes, la escucha
participativa y la espera paciente para descubrir los momentos y los modos más
oportunos, la capacidad de perdonar y de reanudar los contactos, la mansedumbre
de quien, tal vez, sabe también perder pero sigue creyendo continuamente con
esperanza ilimitada. No hay amor verdadero sin ascética y no hay ascética sin
el encuentro con Dios en la oración.
El cariño es fruto de la caridad pastoral. Decía Don Bosco:
«Este afecto recíproco nuestro ¿en qué se basa? […] En el deseo que tengo de
salvar vuestras almas, que fueron redimidas con la sangre preciosa de
Jesucristo, y vosotros me amáis porque intento llevaros por el camino de la
salvación eterna. Por tanto, el bien de nuestras almas es el fundamento de
nuestro afecto».
¿Creemos que vale la pena toda la entrega y el sacrificio
que implica
amar auténtica y profundamente a los jóvenes?
¿Les transmitimos a nuestros alumnos-futuros docentes la
necesidad y el valor
de este amor que no se mide en la donación?
El cariño se convierte así en signo del amor de Dios,
e instrumento para despertar su presencia en el corazón de aquellos a quienes
llega la bondad de Don Bosco; es un camino para la evangelización.
De aquí la convicción de que la espiritualidad apostólica de
la Familia Salesiana se caracteriza no por un amor genéricamente entendido,
sino por la capacidad de amar y de hacerse amar».
3. La educación es cosa del corazón. Para comprender la célebre
expresión «la educación es cosa de corazón y sólo Dios es su dueño» (MBe
XVI, 373) y para entender por tanto la Pedagogía de la bondad en el Sistema
Preventivo, me parece importante oír a uno de los más reconocidos expertos del
Santo educador: «La pedagogía de Don Bosco se identifica con toda su acción; y
toda la acción con su personalidad; y Don Bosco entero se resume en su
corazón». He aquí su grandeza y el secreto de su éxito como educador: Don Bosco
supo armonizar autoridad y dulzura, amor a Dios y amor a los jóvenes.
«El amor de Don Bosco por estos jóvenes estaba hecho de
gestos concretos y oportunos. Él se interesaba por toda su vida, descubriendo
sus necesidades más urgentes e intuyendo las más escondidas. Afirmar que su
corazón estaba entregado totalmente a los jóvenes, significa decir que toda su
persona, inteligencia, corazón, voluntad, fuerza física, todo su ser estaba
orientado a hacerles el bien, a promover su crecimiento integral, a desear su
salvación eterna. Ser hombre de corazón, para Don Bosco, significaba por tanto
estar totalmente consagrado al bien de sus jóvenes y darles todas sus energías,
¡hasta el último aliento!».
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