No basta amarlos

Todo para promover el 'encuentro de los jóvenes con Jesús'


La meta de toda la acción educativa de Don Bosco es
llevar a los jóvenes al encuentro con Jesús,
el único que puede colmar de sentido toda vida humana.





En su escrito sobre el Sistema Preventivo, Don Bosco afirma: ‘La práctica de este sistema está apoyada en las palabras de San Pablo: La caridad es benigna y paciente… Todo lo sufre, todo lo espera y lo soporta todo.
Por consiguiente solamente el cristiano puede practicar con éxito el sistema preventivo.
Razón y religión son los medios de que ha de valerse continuamente el educador, enseñándolos y practicándolos si desea ser obedecido y alcanzar su fin.’
Y más adelante: ‘La confesión y la comunión frecuente y la misa diaria son las columnas que deben sostener el edificio educativo del cual se quieran tener alejados la amenaza y el palo. No se ha de obligar jamás a los alumnos a frecuentar los santos sacramentos, pero sí se les debe animar y darles comodidad para aprovecharse de ellos.’

Y es que para Don Bosco, Jesús y María eran una presencia viva y cotidiana… En ellos encontraba constantemente la fuente y el motor para dedicarse a la educación de los jóvenes. Mamá Margarita le había enseñado a leer la presencia de Dios en lo cotidiano, en la creación, en los acontecimientos gozosos y tristes de la vida. De ella había aprendido a mirar con amor a los más pobres y necesitados, y a ser generoso con ellos transformando su piedad en caridad concreta, sencilla y genuina…

¿Tuve la oportunidad de descubrir y hacer experiencia del gran amor de Dios por mí
y de su llamado a ser su discípulo/a y misionero/a de su ‘Buena Noticia’?
¿Me doy tiempo para encontrarme con Jesús, dejarme amar por Él?

El reciente documento ‘Vayan y enseñen’ nos invita a actualizar, reforzar o rescatar la identidad de la Escuela Católica para que ‘Jesucristo sea conocido, amado, seguido y anunciado con ardor…’, y por eso, vivir una auténtica renovación pastoral. De este modo se hace eco del documento de Aparecida, que nos invita a ponernos en estado de misión permanente: ‘Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza.’

Y es que en medio de este mundo tan materialista, acelerado, en el que cada uno busca con afán ‘tener’ aquellas cosas que lo hacen sentir ‘más’ o ‘mejor’, en realidad cedemos a la tentación de fijar nuestra esperanza y nuestra felicidad en los bienes materiales y vamos perdiendo humanidad… nos vamos perdiendo a nosotros mismos… vamos perdiendo el ser ‘comunidad’…

¿Qué necesitaríamos repensar y modificar para hacer nuestra vida más humana?
¿En qué medida podemos, desde nuestro espacio curricular, ayudar a nuestros alumnos, futuros docentes, a recuperar la humanidad,
y a educar en una vida auténticamente humana a través de su acción docente?

En la vida y la propuesta educativa de Don Bosco hay algunas constantes que reflejan lo esencial de la Espiritualidad Juvenil Salesiana. En el siguiente cuadro están presentes:

-          el centrar la vida en Jesús Resucitado, Palabra, Pan, y Luz que da sentido a toda la vida;
-          el descubrir su presencia cercana, de cuidado, llamado y aliento en todo lo que nos pasa;
-          el vivir la vida como ‘vocación’, es decir como una respuesta de amor a los llamados que Dios nos hace en lo que se nos presenta… como el Buen Samaritano;
-          el descubrir lo positivo, y cultivar la ‘fiesta’ y la verdadera alegría, signos del amor de Dios,
-          el abrazar la cruz con Jesús, al cumplir con responsabilidad y amor nuestro deber cotidiano de estudio y trabajo;
-          el comprometernos en la construcción de una sociedad mejor, más justa, solidaria y fraterna, y comprometernos en la búsqueda del bien común para toda la familia humana, sobre todo a través de la educación;
-          el unirnos en la oración para alabar a Dios por su presencia de amor en nuestra vida. Cuidar los momentos de oración y encuentro con El en la Eucaristía;
-          el vivir en comunión y colaboración con todos aquellos que trabajan y luchan por un mundo mejor, sintiéndonos parte viva de la Iglesia.



¿Cuál de estos rasgos está más presente en mi vida?
¿Cuál siento que necesitaría reforzar para crecer en mi vida espiritual?
¿Hay otro que no siento aquí contenido, pero que me ayuda mucho a vivir mi fe?

Mirando a Don Bosco, descubrimos de cuántas maneras él trataba de llegar a sus chicos para comunicarles esto que ardía en su corazón, y ayudarlos a pensar en estas cosas y crecer como ‘buenos cristianos y honestos ciudadanos’:
-          en el ambiente de Valdocco, Jesús era una persona viva, y los carteles, las imágenes, el lugar de la capilla… todo invitaba al encuentro con Jesús,
-          él rezaba personalmente y con sus chicos para pedir a Jesús luz, para confiarle las necesidades de la comunidad, de la Iglesia, de la sociedad de su tiempo,
-         en sus palabras y mensajes (Buenas noches, palabrita al oído, etc) siempre había un mensaje de fe,
-          escribió las Lecturas Católicas para acercar de forma atrayente un mensaje de fe, las Biografías de los chicos ejemplares, que ponía como modelos a los compañeros. Siempre cuidaba ‘alimentar la mente y el corazón’ de sus chicos con ‘alimento nutritivo para el alma’.
-          proponía muy frecuentemente los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía, así como la confianza y el amor a María,
-          organizaba con dedicación la celebración de las fiestas religiosas,
-          hacía que sus chicos crecieran sensibles y solidarios a las necesidades de sus compañeros y del ambiente social (recordamos su reacción frente a la epidemia de cólera).

Todo se vivía con mucha naturalidad, con intervenciones breves pero incisivas, precedidas por hechos y acciones que disponían el corazón a acoger el mensaje.

Y Don Bosco no andaba con medias tintas... proponía a sus jóvenes la meta más alta: la santidad: una santidad al alcance de todos... porque como decía Domingo Savio: la santidad consiste en estar siempre alegres, haciendo bien las cosas que tenemos que hacer, como Jesús lo quiere.

¿Qué lugar damos en nuestra acción educativa a las propuestas de fe? ¿En qué medida podemos decir que formamos ‘educadores cristianos’, 'educadores santos'?

¿Cómo podríamos en nuestro profesorado y a partir de la realidad tan heterogénea de nuestros alumnos, ayudarlos a ‘encontrarse con Jesús vivo’ y crecer en la fe y en la espiritualidad salesiana?

En este sentido, en el encuentro surgió la propuesta de invitar más frecuentemente durante el horario de clases a espacios de oración y vida sacramental, y renovar las ‘buenas tardes’ con la reflexión de algunas canciones. Qué les parece?

Para profundizar después del 3er. encuentro

El Mensaje del Rector Mayor en el año 2013
(otro fragmento)

 


Don Bosco siempre tuvo muy claro que su misión era formar buenos cristianos y honestos ciudadanos. Su preocupación por el protagonismo positivo y constructivo de sus jóvenes en la sociedad de su tiempo fue muy fuerte. El Rector Mayor nos invita hoy a un relanzamiento del ‘honrado ciudadano’ y del ‘buen cristiano’. Don Pascual Chavez afirma:

“En un mundo profundamente cambiado respecto del que existía en el siglo XIX, realizar la caridad según criterios estrechos, locales, pragmáticos (y aquí debemos reconocer que Don Bosco no estaba indudablemente en condiciones de hacer más de lo que hizo), olvidando las dimensiones más amplias del bien común, nacional y mundial, sería una grave laguna de orden sociológico y también teológico. La maduración ética de la conciencia contemporánea ha encontrado, en efecto, los límites de un proteccionismo asistencial que, olvidando la dimensión política del subdesarrollo, no logra influir positivamente sobre las causas de la miseria, sobre las estructuras de pecado de las que brota un contexto social siempre denunciado por todos. Concebir la caridad sólo como limosna, ayuda de urgencia, significa arriesgarse a moverse en el ámbito de un «falso samaritanismo» que, más allá de las buenas intenciones, acaba a veces por convertirse en una expresión de solidaridad decadente, porque puede colaborar con modelos de desarrollo que apuntan al bienestar de algunos, dorando la amarga píldora para los demás.

Recordemos que en el post-Concilio las palabras «pobreza de la Iglesia» e «Iglesia de los pobres» tuvieron muchos rostros, aun contradictorios y, sin embargo, debemos recordar también que el evangelio no lo hemos inventado nosotros, como tampoco hemos inventado su trágico choque con la política y la economía. La fe toca a la historia, sin reducirse a ella. Si el amor del prójimo no es todo el mensaje cristiano, ¿se puede tal vez negar que es central y esencial?

Se ha dicho y escrito que, frente al Estado moderno que ha asumido la tutela y la asistencia social de los ciudadanos, la Iglesia no tenía ya aquel espacio de intervención en el plano de la caridad y de la asistencia que tenía en el pasado. La realidad que hoy vivimos desmiente esa hipótesis que había nutrido las ideologías laicistas y estatistas. La Iglesia vuelve con muchísima frecuencia a ser punto de referencia también en el seno del bienestar del estado. Durante muchos años hemos oído decir que la caridad y la asistencia eran instrumentos viejos e inservibles, que no eran ya utilizables en la sociedad moderna y en el estado democrático. Hoy, aun en ambientes laicos, se reconoce la función social del voluntariado cristiano, del llamado tercer sector —sin ánimo de lucro— de las iniciativas que parten de las parroquias, de las asociaciones, de las instituciones, de las iglesias locales…

Ahora bien, el hecho de que miles de millones personas están viviendo hoy en condiciones muy distantes de aquella «civilización del amor», auspiciada por el papa Pablo VI y remachada por sus sucesores, ¿puede encontrar en nosotros «una respuesta específica» en el recurso a la fórmula de Don Bosco del «honrado ciudadano y buen cristiano»?

Con referencia al «honrado ciudadano», se nos plantea una reflexión profunda. Ante todo, en la esfera especulativa, debe extender su consideración a todos los contenidos relativos al tema de la promoción humana, juvenil, popular prestando, al mismo tiempo, atención a las diferentes y cualificadas consideraciones filosófico-antropológicas, teológicas, científicas, históricas y metodológicas pertinentes. Esta reflexión se debe además concretar en el plano de la experiencia y de la reflexión operativa de cada uno y de las comunidades. Querría aquí recordar que, para los Salesianos de Don Bosco, un Capítulo General de gran relieve, el CG 23, había señalado como importantes lugares y objetivos de la educación la «dimensión social de la caridad» y «la educación de los jóvenes en el compromiso y en la participación en la política«, «ámbito un poco descuidado y desconocido por nosotros» (Cf, CG 23, núms. 203-210-212-214).

Si por una parte comprendemos la opción de Don Bosco de no hacer más que «la política del Padrenuestro», por otra debemos también preguntarnos en qué medida su opción inicial de una educación entendida en sentido estricto, y la consiguiente praxis de sus educadores de excluir de la vida propia la «política», ha condicionado y limitado la importante dimensión socio-política en la formación de los educandos. Además las dificultades objetivas creadas por diferentes regímenes políticos con los que Don Bosco tuvo que convivir ¿no han contribuido acaso también a formar educadores propensos al conformismo, al aislamiento, con una insuficiente cultura y un escaso conocimiento del contexto histórico-social?

Deberemos por tanto avanzar en la dirección de una revalidación actualizada de la «opción socio-política-educativa» de Don Bosco. Esto no significa promover un activismo ideológico, vinculado a opciones políticas particulares de partido, sino a formar en una sensibilidad social y política, que lleva en todo caso a invertir la propia vida como misión por el bien de la comunidad social, con una referencia constante a los inalienables valores humanos y cristianos. Se trata por consiguiente de actuar en la clave de una actuación práctica más coherente en el sector específico. Dicho en otros términos, la reconsideración de la calidad social de la educación —ya inmanente, aunque realizada imperfectamente, en la opción juvenil fundamental, también desde el punto de vista de los enunciados y de las fórmulas— debería incentivar la creación de experiencias explícitas de compromiso social en el sentido más amplio. Pero esto supone también un compromiso teórico y vital especial, inspirado en una visión más amplia de la educación misma junto a realismo y concreción. No bastan proclamas y manifiestos. Hacen falta también conceptos teóricos y proyectos concretos para traducirlos en programas bien definidos y articulados.

El que está verdaderamente preocupado por la dimensión educativa trata de influir por medio de los instrumentos políticos, para que se tome en consideración en todos los ámbitos: desde la urbanización y el turismo hasta el deporte y el sistema radiotelevisivo, realidades en las que con frecuencia se privilegian los criterios de mercado.

Preguntémonos: la Congregación Salesiana, la Familia Salesiana, nuestras Inspectorías, grupos y casas ¿están haciendo todo lo posible en esa dirección? Su solidaridad con la juventud ¿es sólo un acto de afecto, gesto de entrega o también aportación de competencia, respuesta racional, adecuada y pertinente a las necesidades de los jóvenes y de las clases sociales más débiles?
(…)
La fidelidad a nuestra misión además, para que sea incisiva, debe estar en contacto con los «nudos» de la cultura de hoy, con las matrices de la mentalidad y de los comportamientos actuales. Estamos frente a retos verdaderamente grandes, que exigen seriedad de análisis, pertinencia de observaciones críticas, confrontación cultural profunda, capacidad de compartir psicológicamente la situación. De acuerdo con esto, vamos a limitarnos a algunas preguntas: 
¿Cuál es nuestra profesionalidad educativo pastoral en la reflexión teórica sobre los itinerarios educativos? Ella encuentra el banco de prueba en la creatividad, ductilidad, flexibilidad y en el anti-fatalismo.
La responsabilidad educativa hoy no puede ser sino colectiva, coral, participada. ¿Cuál es entonces nuestro «punto de engarce» con la «red de relaciones» en el territorio y también más allá del territorio en el que viven nuestros jóvenes? ¿Cuál es nuestra aportación concreta de participación y de colaboración en esa red educativa globalizada? ¿Hemos tomado en consideración las soluciones posibles, confrontándonos también con terceros?
En fin, para educar desde la preventividad, necesitamos asumir también los compromisos de:
-         «Formar «buenos cristianos y honrados ciudadanos» Esta es la intención expresada muchas veces por Don Bosco para indicar todo lo que los jóvenes necesitan para vivir con plenitud su existencia humana y cristiana: vestido, alimento, casa, trabajo, estudio y tiempo libre; alegría, amistad; fe activa, gracia de Dios, camino de santificación; participación, dinamismo, inserción social y eclesial. La experiencia educativa le sugirió un proyecto y un estilo de intervención peculiar, condensados por él mismo en el Sistema Preventivo, que «se apoya todo él sobre la razón, la religión y sobre el cariño». La presencia educativa en lo social comprende estas realidades: la sensibilidad educativa, las políticas educativas, la calidad educativa del vivir social, la cultura.

-         Vivir y transmitir el Humanismo Salesiano. «Para Don Bosco significaba valorar todo lo positivo radicado en la vida de las personas, en las realidades creadas, en los acontecimientos de la historia. Esto le llevaba a captar los auténticos valores presentes en el mundo, especialmente si agradan a los jóvenes; a arraigarse en el flujo de la cultura y del desarrollo humano del propio tiempo, estimulando el bien y negándose a lamentarse de los males; a buscar con sabiduría la cooperación de muchos, convencido de que cada uno tiene dones que deben descubrirse, reconocerse y valorarse; a creer en la fuerza de la educación que sostiene el crecimiento del joven y lo anima a hacerse honrado ciudadano y buen a confiarse siempre y en todas partes a la Providencia de Dios, descubierto y amado como Padre»

Seguimos reflexionando sobre el Sistema Preventivo...



Estar en medio de los chicos para educar desde la preventividad.


Don Bosco mismo dijo en su carta desde Roma: ‘El maestro al cual sólo se ve en la cátedra es un maestro y nada más; pero si participa del recreo de los jóvenes, se convierte también en hermano’[1]. Y al decir a sus salesianos que ‘no basta amar’ sino que es imprescindible que los jóvenes ‘se den cuenta’ que son amados, les explica cómo el secreto es estar en medio de los chicos, sobre todo en los momentos de recreación e informales. Y esto es así porque ‘El que sabe que es amado, ama, y el que es amado lo consigue todo, especialmente de los jóvenes.’

Sin embargo, el educador salesiano está en medio de los jóvenes, no como un chico más, sino como ‘educador’. Y esto acarrea muchas implicancias significativas. Entre ellas vamos a destacar sólo algunas:

-         Don Bosco es el gran maestro del Sistema Preventivo. La ‘preventividad’ salesiana no apunta fundamentalmente a ‘vigilar para evitar el mal’, sino a ‘expandir el bien’ porque desde la abundancia de bien, de verdad y belleza se resta espacio al mal… Don Bosco, al estar en medio de sus jóvenes podía descubrir sus gustos y sus dones, y así ofrecerles oportunidades de gozo y de crecimiento que los mantenían ocupados, felices, creciendo, aprendiendo y desplegando sus capacidades, etc.

¿Estoy en medio de los jóvenes-mis alumnos? Los conozco?
¿Conozco sus intereses, gustos, necesidades?
En mi estilo de educar, ¿soy ‘preventiva/o’ en el sentido salesiano del término?

 -         El educador siempre mira más allá y apunta a ofrecer a los chicos las experiencias que les ayuden a descubrir de qué son capaces, y también les permitan insertarse positiva y constructivamente en la sociedad. Por eso Don Bosco creó el oratorio, pero también escuelas, talleres de diferentes oficios, imprenta, internados… Nunca dejó a sus chicos simplemente con lo que les gustaba a primera vista… nunca los dejó como eran, siempre los animó a crecer y superarse…

¿Logramos potenciar en cada persona sus mejores dones para la docencia y la vida?
¿Tendríamos que ofrecerles algo más
para que puedan ser mejores maestros en este tiempo?

 -         Asimismo, siempre estuvo atento a ofrecerles experiencias positivas y atractivas que los insertaran en un mundo de valores humanos y cristianos, experiencias alternativas a modos de vida instalados en la sociedad, pero no constructivos del modelo de persona que quería cultivar y proponer. Por eso Don Bosco (frente a la soledad y el abandono) educaba en un clima de familia en el que todos se sentían queridos, pero también responsables del bienestar de los demás; (frente al vagabundeo y la delincuencia) educaba en el trabajo responsable trabajando con sus chicos en Valdocco y acompañándolos en sus lugares de empleo para que no los explotaran; (frente al sometimiento y la violencia) educaba en el respeto y la libertad; (frente al individualismo y el desprecio por los otros) educaba en el sentido de pertenencia a la comunidad de la que formaban parte, y en la solidaridad con las necesidades de la sociedad de su tiempo (ayuda durante la epidemia de cólera por ej.)…

¿Cuáles son las experiencias alternativas que ofrecemos en su formación?
¿Cuáles más deberíamos ofrecer?
¿Tal vez en el espacio de las prácticas? ¿Tal vez en los ateneos?

 -         El estar en medio de sus jóvenes le permitía descubrir y aprovechar todas las oportunidades que se presentaban para intervenir educativamente… decía una palabra de aliento a uno, una de corrección a otro. Con intervenciones breves pero significativas ofrecía a cada uno lo que necesitaba en el momento oportuno.

-         Estando en medio de los chicos, los educa desde el ejemplo de su vida: trabaja con ellos, juega con ellos, sufre y goza con ellos… Lo que les dice y enseña entra en sus corazones porque primero lo ven hecho carne en su vida. Pero les enseña también que no sólo tienen que recibir… sino dar… trabajar juntos, ayudarse mutuamente, darse buen ejemplo entre todos… No confía sólo en su testimonio, sino también en la capacidad de los chicos de ayudarse entre sí a ser mejores… a ser santos. Crea un ‘ambiente’ que educa, en el que los jóvenes son protagonistas.

¿Promovemos el protagonismo juvenil y el apostolado del joven por el joven?
¿Les enseñamos a promover entre sus alumnos el buen ejemplo y la ayuda en el bien?
¿A través de las materias que dicto puedo enseñar a los futuros docentes
 a ‘educar preventivamente’? ¿Cómo?

 -         El ejemplo y el testimonio son fundamentales. Pero para Don Bosco también lo es la palabra, el diálogo. La razón es el segundo pilar de su Sistema Preventivo. Don Bosco buscaba que sus chicos eligieran el bien por propio convencimiento, encontraran el sentido de lo que se les pedía, se dieran cuenta del por qué de ciertas pautas del reglamento de la casa, se convencieran incluso de la necesidad de un ‘castigo’ en ciertas ocasiones. Y esto lo lograba por medio del diálogo y el razonamiento común.
En su experiencia de infancia, la sabiduría campesina daba al término «razonamos» diferentes valores: se usaba en vez de dialogar, de explicarse, de llegar a una decisión común, tomada sin que nadie quisiese imponer su punto de vista. Don Bosco hizo después del término «razón» una de las columnas soporte de su método educativo. En esta perspectiva, el diálogo entre Domingo Savio y Don Bosco es un verdadero pacto educativo que condujo al joven santo a un compromiso: «Por tanto yo soy el paño; sea usted el sastre; lléveme con usted y hará un bonito vestido para el Señor».

-         Para educar Don Bosco buscaba cultivar y cuidar todos los medios de comunicación a su alcance. El era muy consciente de la influencia de las buenas lecturas, de las buenas compañías, de la palabrita al oído, de las Buenas noches, de toda palabra que alimenta los pensamientos, deseos y sentimientos de sus jóvenes. Eso lo llevó a escribir las biografías de sus alumnos más ejemplares[2] (alumnos de distintas características para que cada uno pudiera sentirse identificado con el que tenía un temperamento más afín al suyo); las Lecturas católicas (revistas que acercaban a sus jóvenes mensajes de fe en un tiempo de ataque fuerte a la Iglesia Católica); el Boletín Salesiano (para la difusión del bien); y tantos escritos en lenguaje sencillo para atraer a los chicos al bien. Don Bosco puso en marcha un conjunto de iniciativas editoriales que, a distancia, lo hacen aparecer como hábil y clarividente propulsor de la comunicación social.[3] Llegó a decir, ‘Entre todos los medios, es el de la difusión de los buenos libros el que yo intento recomendaros ahora encarecidamente, para gloria de Dios y salvación de las almas’. Y también ‘Los buenos libros, repartidos entre el pueblo, son uno de los medios verdaderamente a propósito para mantener el reino de Dios entre las almas’.[4]

¿Somos concientes de la influencia positiva o negativa de lo que los chicos consumen: escritos, dibujitos, series, videos, Internet, etc?
¿Fomentamos que alimenten su pensamiento, sus sentimientos, su vida con ‘materiales que fomenten el bien y los valores’? ¿O no prestamos atención a este asunto?
¿Cómo podemos hacerlo desde nuestros espacios curriculares?

¿Qué otros medios tendríamos que emplear en nuestro tiempo para apoyar la labor educativa? ¿Acaso tendríamos que dar más impulso a todo lo virtual y fortalecer a nuestros alumnos como futuros educadores en este ámbito?

¿De qué manera ayudar a los padres a reflexionar sobre este tema?

[2] Biografías escritas por Don Bosco de Domingo Savio, Miguel Magone y Francisco Besucco http://www.conoceadonbosco.com/descargas/escritos/Biograf%C3%ADas%20juveniles,%20Domingo%20Savio,%20Magone,%20Besucco.pdf
[3] Frase de Don Viganó, rector mayor de los SDB
[4] Ver especialmente la Carta sobre la difusión de los buenos libros en: http://www.conoceadonbosco.com/escritos.asp

Para profundizar después del 2do. encuentro:


La palabra del Rector Mayor en el mensaje 2013
(fragmento)

En este camino de vivir el Amor, el cariño, como ‘pilar’ del Sistema Preventivo, vamos a profundizar en algunos de los compromisos concretos que el Rector mayor nos invita a asumir a partir del conocimiento de la pedagogía de Don Bosco:

1.      El ‘Evangelio de la alegría’, que caracteriza toda la historia de Don Bosco y es el alma de sus múltiples obras. «En Jesús de Nazaret Dios se ha revelado como el «Dios de la alegría» y el Evangelio es una «alegre noticia» que comienza con las «Bienaventuranzas», participación de los hombres en la beatitud misma de Dios. Se trata de un don no superficial sino profundo porque la alegría, más que sentimiento efímero, es una energía interior que resiste también las dificultades de la vida. Recuerda san Pablo: «Estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones» (2 Cor 7,4). En este sentido la alegría que sentimos aquí abajo es un don pascual, anticipo de la alegría plena de la que gozaremos en la eternidad.

Don Bosco captó el deseo de felicidad de los jóvenes y tradujo su alegría de vivir en los lenguajes de la alegría, del patio y de la fiesta; pero no dejó nunca de señalar a Dios como fuente de la alegría verdadera. Algunos de sus escritos, como ‘El Joven Instruido’, la biografía de Domingo Savio, el apólogo que contiene la historia de Valentino, son la demostración de la correspondencia que él establecía entre gracia y felicidad. Y su insistencia sobre el «premio del paraíso» proyectaba las alegrías de aquí abajo en la perspectiva del cumplimiento y de la plenitud.

En la escuela de Don Bosco, el que pertenece a la Familia Salesiana cultiva dentro de sí algunas actitudes que favorecen la alegría y la comunican a los demás.

a.      La confianza en la victoria del bien: «En todo joven, aun el más desgraciado —escribe Don Bosco—, hay un punto accesible al bien, y el primer deber del educador es buscar ese punto, esa fibra sensible del corazón, y sacar de ella provecho».

b.      El aprecio de los valores humanos: El discípulo de Don Bosco toma los valores del mundo y se niega a lamentarse de su tiempo: acepta todo lo que es bueno, especialmente si agrada a los jóvenes y a la gente (cf. Const. 17).

c.      La educación en las alegrías cotidianas: hace falta un paciente esfuerzo de educación para aprender, o aprender de nuevo, a gustar, con sencillez, las múltiples alegrías humanas que el Creador pone cada día en nuestro camino.

Porque se confía totalmente al «Dios de la alegría» y testimonia en obras y en palabras el «Evangelio de la alegría», el discípulo de Don Bosco está siempre alegre. Difunde esa alegría y sabe educar en la alegría de la vida cristiana y en el sentido de la fiesta, recordando la llamada de san Pablo: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres» (Flp 4,4)».

¿Somos alegres?
¿Confiamos de verdad en el amor de Dios y en el triunfo del bien?
¿En qué medida respondemos al deseo de alegría de nuestros jóvenes?
¿Logramos disfrutar las alegrías cotidianas y educar en ellas a los futuros maestros?


2.      La pedagogía de la bondad. «El cariño de Don Bosco es, sin duda, un rasgo característico de su metodología pedagógica considerado válido también hoy, tanto en los lugares todavía cristianos como en aquellos en los que viven jóvenes pertenecientes a otras religiones. Pero no es reducible sólo a un principio pedagógico, sino que debe reconocerse como elemento esencial de nuestra espiritualidad.

Es, efectivamente, amor auténtico porque nace de Dios; es amor que se manifiesta en los lenguajes de la sencillez, de la cordialidad y de la fidelidad; es amor que genera deseo de correspondencia; es amor que suscita confianza, abriendo el camino a la confidencia y a la comunicación profunda («la educación es cosa de corazón»); es amor que se difunde creando un clima de familia, donde estar juntos es hermoso y enriquecedor.

¿Establecemos con nuestros alumnos esa corriente de afecto?

Para el educador es un amor que requiere fuertes energías espirituales: la voluntad de ser y estar, la renuncia de sí y el sacrificio, la castidad de los afectos y el autocontrol en las actitudes, la escucha participativa y la espera paciente para descubrir los momentos y los modos más oportunos, la capacidad de perdonar y de reanudar los contactos, la mansedumbre de quien, tal vez, sabe también perder pero sigue creyendo continuamente con esperanza ilimitada. No hay amor verdadero sin ascética y no hay ascética sin el encuentro con Dios en la oración.

El cariño es fruto de la caridad pastoral. Decía Don Bosco: «Este afecto recíproco nuestro ¿en qué se basa? […] En el deseo que tengo de salvar vuestras almas, que fueron redimidas con la sangre preciosa de Jesucristo, y vosotros me amáis porque intento llevaros por el camino de la salvación eterna. Por tanto, el bien de nuestras almas es el fundamento de nuestro afecto».

 ¿Creemos que vale la pena toda la entrega y el sacrificio que implica
amar auténtica y profundamente a los jóvenes?
¿Les transmitimos a nuestros alumnos-futuros docentes la necesidad y el valor
de este amor que no se mide en la donación?

El cariño se convierte así en signo del amor de Dios, e instrumento para despertar su presencia en el corazón de aquellos a quienes llega la bondad de Don Bosco; es un camino para la evangelización.

De aquí la convicción de que la espiritualidad apostólica de la Familia Salesiana se caracteriza no por un amor genéricamente entendido, sino por la capacidad de amar y de hacerse amar».

3.      La educación es cosa del corazón. Para comprender la célebre expresión «la educación es cosa de corazón y sólo Dios es su dueño» (MBe XVI, 373) y para entender por tanto la Pedagogía de la bondad en el Sistema Preventivo, me parece importante oír a uno de los más reconocidos expertos del Santo educador: «La pedagogía de Don Bosco se identifica con toda su acción; y toda la acción con su personalidad; y Don Bosco entero se resume en su corazón». He aquí su grandeza y el secreto de su éxito como educador: Don Bosco supo armonizar autoridad y dulzura, amor a Dios y amor a los jóvenes.

«El amor de Don Bosco por estos jóvenes estaba hecho de gestos concretos y oportunos. Él se interesaba por toda su vida, descubriendo sus necesidades más urgentes e intuyendo las más escondidas. Afirmar que su corazón estaba entregado totalmente a los jóvenes, significa decir que toda su persona, inteligencia, corazón, voluntad, fuerza física, todo su ser estaba orientado a hacerles el bien, a promover su crecimiento integral, a desear su salvación eterna. Ser hombre de corazón, para Don Bosco, significaba por tanto estar totalmente consagrado al bien de sus jóvenes y darles todas sus energías, ¡hasta el último aliento!».